Bogotá, la nevera, el congelador o como le quieran decir es fría por naturaleza, si, pero el calor que se puede sentir no está dado por la cantidad de prendas que lleves puestas, sino por el ritmo con el que asumas sus dificultades e impedimentos.
El ritmo de vida de las ciudades es como el de una red eléctrica que funciona a través de circuitos y rutas, en donde cada quien va por su lado al mismo compás, pensando en todo lo que lo aqueja o lo que lo alegra, y caminan con rumbos aparentemente definidos, con miradas serias y frías para que no se vean vulnerables y para devolver una cara desconocida a otro desconocido, pues no hay un ritmo que nos una, sino que por el contrario, todo parece disperso. Acerquémoslo a un caso cotidiano, a un encuentro entre dos personas conocidas, pero conocidas nada más. Un saludo a lo lejos que demuestra interés. Por la mente vuelan nombres hasta encontrar el que es, -Arturito -Qué más? todo bien? -Si bien, ud que? -Corriendo a trabajar. -Ah bueno, yo igual, suerte. -Suerte... Y sin más, ya, eso fue todo, un intercambio de sonrisas y dos o tres frases automatizadas y pa´lante, porque hay cosas que hacer. Bueno, vale la pena aclarar que no todas las relaciones en la ciudad son así, por si no eres de este ritmo urbano, para que no sientas temor cuando vengas a la ciudad.
Es verdad que todos somos de ritmos distintos, hay quienes se demoran horas arreglándose, como hay quienes lo hacen en el cantar del himno nacional. Hay quienes se deleitan y tardan horas comiendo un almuerzo, como hay quienes lo hacen de afán y sobre el lugar de trabajo. También están los que caminan zapateando y esquivando charcos y saltando huecos, como hay quienes caminan mirando al cielo y escuchando el tiempo pasar. El ritmo de la ciudad es inevitable por otro lado, hay que correr para pasar de una esquina a otra, hay que correr a veces para llegar puntual, si es que aún existe esta denominación, puntuales; a veces incluso, hay que correr por tu vida. El ritmo de vida en la ciudad no es constante, es trancado, es veloz, es inmediato, es cortante, es frío y también es cálido.
En fin, hay muchas maneras de vivir la vida, y cada quien decide qu´ cadencia ponerle a sus pasos por ella. Dentro del ritmo general que tiene la ciudad, cada quien tiene su propio ritmo, cada quien decide escuchar lo que quiere escuchar y decir y pensar cómo quiere. Tal vez, esto defina en gran medida la cultura ciudadana, que por agitada puede ser mezquina y dolorosa, pero que a su vez, puede ser alegre e inquieta. La variedad de ritmos es infinita, y aunque la variedad de emisoras, y de música no lo sea, todos tenemos nuestros gustos y disgustos. La música nos mueve el tempo del corazón, nos sacude a instantes y nos relaja siempre, cada uno con su música, cada uno con su vida, cada uno con su ritmo, cada uno con su esencia.
Hola David, una narración del día a día del capitalino que transporta a la realidad.
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